Capítulo 5 - El salto







El Secreto
de
Pipo

Capítulo 5 - El salto

de Anita Walker Moon

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Pipo se encogió de hombros. Las babas de Flu se le escurrían por el peto.

- Ahora vuelvo ­ dijo María.

Y salió disparada al cuarto de baño en busca de una toalla, seguida de Flu.

Cuando regresó al salón con el perro enredándose en sus talones, limpió la pantalla del ordenador. Luego intentó secar a Pipo restregando la toalla por encima de él sobre el cristal. Pero no había manera. Pipo seguía empapado de los pies a la cabeza.

- ¡Tendrás que salir de ahí! ­ aseguró María después de estudiar seriamente la situación.

- Si apagas el ordenador podré subir a mi cuarto y cambiarme de ropa ­ dijo Pipo.

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- ¡Eso no vale! Las babas son de verdad. ¡Tendrás que salir!

- Y si salgo, ¿me enseñarás a bailar? ­ preguntó Pipo nervioso. Dos redondeles rojos aparecieron de golpe en sus mejillas y una raya surcó fugaz su frente -. Tú antes dijiste queŠ

- ¡Me lo pensaré!- dijo María haciéndose la interesante -. Pero antes habrá que limpiarte. ¡Estás horrible lleno de babas!

- ¿Y cómo lo hago?

- ¿El qué?

- ¡Salir!

Pipo se quedó pensativo unos instantes.

- Entonces me tienes que ayudar. ¡Dame la mano y tira fuerte! A ver qué pasa.

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- ¿Y si no pasa nada?

- No sé. Probaremos otra cosa.

María acercó su pequeña mano a la pantalla inclinando hacia un lado la cabeza. Las babas de Flu que empapaban a Pipo le daban un poco de asco. Aguantó la respiración y con los dedos tocó la mano del niño.

- ¡Siento tu mano! ­ exclamó Pipo emocionado - ¡Qué rara es! Está calentita y es suave por un lado y áspera por otro.

- ¿Tiro?

- Las manos está formadas por veintisiete huesos - rezó Pipo sin hacerle caso -. Los huesos están en el carpo, el metacarpo y luego están las falanges. También tienen músculos y tendones. Pero no los noto. Tu mano es mullida y.... ¡Ay! ¿qué has hecho?

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- Eso son las uñas y eso es un arañazo. Así que deja de hablar de una vez y vamos allá. ¿Tiro?

- ¡Tira!

- A la una, a las dos y a las...

María y Pipo gritaron al unísono: ¡TRES! y, en ese mismo instante, rodaron por el suelo dos cuerpecitos infantiles llenos de babas de perro.

Flu no paraba de ladrar y corría como loco de un lado para otro. María había tirado con todas sus fuerzas y Pipo se había impulsado como si fuera a lanzarse de cabeza por un precipicio. Y ahí estaban los dos, hechos un ovillo sobre el frío suelo de mármol del salón con Flu enredándose entre sus piernas..

- ¡Qué asco! Me has llenado de babas ­ dijo María levantándose.

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Pipo se puso de pie de un salto. Sus ojos, negros y redondos, miraban asombrados alrededor. Se tocó sus piernas, sus brazos, su cuerpo, su cabeza. ¡Estaba realmente fuera, en el mundo de verdad! ¡Y él era tan de verdad como cualquier niño! Como María, que le observaba con un gesto de sorpresa en su infantil y hermoso rostro.

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