El Secreto
de
Pipo
Capítulo 11 - Uno, dos y...
de Anita Walker Moon
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Cuando María abrió la puerta del balcón, Flu comenzó a ladrar. A María casi le da un patatús. Pipo acarició el suave pelo de Flu.
- ¡Calla! ordenó María.
El perro movió mucho el rabo y bajó la cabeza, sumiso, obedeciendo a su dueña.
- Que en cualquier momento pueden venir -, añadió María como si Flu le pudiese entender.
María y Pipo se miraron un instante y, de pronto, sin que ninguno de los dos se diese cuenta de lo que hacían, se abrazaron. La niña se separó de Pipo y le dijo en un susurro:
- Eso es un abrazo -, y sus mejillas se ruborizaron.
Los niños estuvieron en silencio un
- 3 -rato. Luego Pipo dijo:
- ¡Mira! Pipo le señaló su brazo -, ¿ves?
- ¡Tienes la carne de gallina! dijo María riéndose.
- No se enfadó Pipo -. ¿Cómo que la carne de gallina? Esto añadió en tono de diccionario es uno de los síntomas del frío. Los poros de la piel tienen...
- Eso le atajó María es carne de gallina y punto. Además, se puede tener la carne de gallina por muchas cosas. De miedo, por ejemplo,Š
En ese momento un rayo rompió el cielo con su zeta de luz, alumbrando el salón por un instante. Los corazones de los niños palpitaron ruidosamente. Flu comenzó a gimotear y se escondió debajo del sillón.
María y Pipo vigilaban la puerta por si
- 4 -la manilla empezaba a moverse.
- ¡Una tormenta! exclamó María en un susurro, agarrando la mano de Pipo.
Las nubes se arremolinaron en el cielo y su sombra resbaló por el balcón hasta la estancia donde estaban los niños.
- Uno, dos, tres... contaba Pipo.
- ¿Qué haces? -preguntó María.
Pipo se puso una mano en los labios en señal de silencio mientras seguía con su cuenta. Un trueno retumbó en la noche.
- Está muy lejos dijo Pipo dejando de contar de repente. -A seis kilómetros y trescientos metros.
- ¿El qué?
- ¡La tormenta! exclamó Pipo y añadió recitando con orgullo -. La luz viaja a
- 5 -una velocidad mucho mayor que el sonido. Así que el tiempo que tarda en escucharse un trueno después de ver un relámpago nos indica lo cerca o lejos que está la tormenta. Quiero decir, cada segundo el sonido recorre unos trescientos cincuenta metros, lo que...
- Vale, vale le cortó María -, ya lo he entendido.
Los dos juntos se asomaron al balcón. A lo lejos, las nubes se agolpaban; parecían los pliegues de una manta cubriendo la sábana azul del cielo. Los pequeños cuerpos de los niños se rozaban. María, en camisón, temblaba de frío. Una mirada de reojo a la puerta del salón, puso a Pipo sobre aviso.
- Tus padres nos van a oír. Tengo que volver dijo tristemente.
- Lo sé.
- 6 -- ¡Ha sido una noche muy bonita! añadió Pipo en un hilillo de voz sintiendo que se ruborizaba.
- Sí asintió María - ¡Ha sido una fiesta genial!
- ¡Te echaré de menos allí dentro!
- Y yo A María se le encogió el corazón un poco, de pena.
- Cuando me necesites... comenzó Pipo.
- ¿Silbo? preguntó María.
- No se rió el niño-. ¡Enciende el ordenador! Yo estaré allí y de vez en cuando podremos darnos otro festín. Y otra ducha, y otro... Pero éste será nuestro secreto, ¿vale?
- ¡Vale!
Los niños se fueron al ordenador y lo - 7 -
encendieron.
- ¿Cómo lo harás? preguntó María.
- ¿El qué?
- Entrar.
Pipo se encogió de hombros.
- No sé, me tendrás que ayudar- dijo.
El "cederrom" de Pipo se puso en marcha. El círculo donde aparecía Pipo en mitad de la pantalla estaba vacío.
Pipo colocó los brazos como si fuera a lanzarse de cabeza a una piscina. Sus dedos tocaban el centro de aquel solitario círculo.
- Cuando diga tres, me empujas. Una, dos y...
Entonces, se oyeron unos ruidos en el
- 8 -pasillo. La manilla de la puerta comenzó a girar despacio.
¡Alguien estaba abriendo la puerta del salón!
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